martes, enero 10, 2006

El dolor crea poetas.

“Todo lo que termina, termina mal”.
Falso.
“Todo lo que termina, termina mal para aquél que no haya querido terminarlo”.
Verdadero.

Siempre creemos que este final de nuestra pareja, es un Final mayor a cualquier otro. No hacemos caso de la gente que nos dice “ya estuve ahí, todo pasa” o “no te preocupes, tiempo al tiempo”.
¿Cómo vas a haber estado acá si lo que siento es único? No puedo imaginarme sin ella.
¿Cómo me vas a decir que no me preocupe? No puedo imaginarme sin ella.

Pero pensémoslo. Muy en el fondo, atrás de esa enorme estaca de dolor que atraviesa nuestro corazón paralizándonos lo sabemos. Todo pasa. Seguimos adelante.
El Mundo puede habernos pasado por encima sin que nadie pare; pero nosotros continuamos.
El Vacío que se genera por la pérdida puede ser llenado de nuevo, si lo dejamos. Ante este dolor esencial surgen dos caminos: usar o no usar una Coraza. Yo creo que para poder definir nuestro curso de acción tenemos que hacernos la siguiente pregunta: ¿cómo soy más feliz?
¡Por supuesto que la pregunta es egoísta!
En este momento únicamente debemos preocuparnos por nosotros y nuestra felicidad. ¡Al diablo con el resto del mundo!¡Puede cuidarse sólo!

La opción más fácil y rápida es escudar nuestro corazón detrás de una Coraza. Nunca más nos arriesgaremos a salir lastimados de esta forma. Seremos inmunes al dolor. Seremos estoicos. Podremos disfrutar de placeres carnales todo lo que queramos sin nunca quedar atrapados ni subyugados por el dolor.
Pero, ¿cuál es el precio? No sentir nunca más lo mismo por alguien.

Decidir no usar esta Coraza es más difícil y lleva más tiempo. Dejamos abierta una puerta para poder volver a recibir a alguien tan o más especial que aquella quien nos hirió. Podremos conocer a esa mujer que llegue a convertirse en nuestra compañera de vida. Amaremos y seremos amados.
Todo tiene un precio: Podrán herirnos otra vez, y talvez peor que antes.

No deseo ser malinterpretado. Al calificar un camino más fácil que el otro, o más rápido, no estoy emitiendo juicios de valor. Los dos son igualmente válidos si la elección se realiza respondiendo la pregunta desde el fuero más interno de la sinceridad. Si es otra causa la que impulsa la decisión, como el miedo, entonces la elección queda sin valor en absoluto. No habría felicidad y el precio sería demasiado alto; y demasiado es peyorativo.

Como nota final me permito cierta ironía. El dolor es algo inevitable a sentir en estos casos, pero es curioso cómo decidimos enfrentarlo con cierta hidalguería romántica.
El dolor crea poetas.


M.

viernes, enero 06, 2006

Ráclima hijo de Sáclima y Sadinoel hijo de Radinoel.

Hace tiempo hubo una idea. Pero más que una idea fue una promesa.

Cuando años atrás todavía era un dios menor, a la fuerza y por la fatalidad del destino, empecé a dirigir mi curiosidad innata hacia los libros. Pero no cualquier libro. Aquellos libros que podrían conducirme hacia el Olimpo, hacia Oiolossë.
La necesidad de un nuevo y mejorado dios no tardó en presentarse, y me creí dispuesto a tomar el lugar de aquellos que estuvieron antes. De ellos tomé costumbres, ideas, poderes, placeres, trampas, vicios; todo con la intención de mejorarlo y así pensé que fue.
Pero los mortales mueren, se pierden y flaquean. Y para qué hay dioses si no es para recompensar, asustar, dirigir, molestar, encauzar mortales. Entonces hubo caos y los dioses se separaron de los mortales.
El Olimpo era Caos. Había dioses que se retiraban a Dormir el Largo Sueño, dioses que huían al ver mortales queriendo ascender, mortales que lograban llegar a la cima y morían al no poder sostenerse como dioses, mortales huyendo.
Pero de todos los mortales, hubo uno que llamó mi atención. Aquél todavía conservaba la antigua Fe, las viejas costumbres y doctrinas. No fue lástima ni piedad el motivo de mi aparición ante aquél mortal. Fue la previsión, fue la certeza y la Visión Futura.
Aquel pequeño e insignificante humano se vio obnubilado por mi presencia, atraído por mis palabras e historias, por mis juegos y acertijos. Este humano consagraba y deificaba la curiosidad, así como yo era eso en esencia.
Varios Días y Noches pasé junto a ese mortal, y él escuchó. Entendió mis palabras lo mejor que un mortal puede hacerlo y siguió mis pasos de la misma manera. Pero entonces recordé el Olimpo.
El Caos había retrocedido. Las Mareas del Tiempo volvieron a su cauce normal y algunos de los Antiguos quisieron regresar de su letargo.
Ellos habían huido a tierras lejanas, o estuvieron durmiendo. Ninguno salvo Yo siguió incrementando poder. Y a veces, aunque sea por un simple y mero mortal, uno puede hacer la diferencia. No les permití volver.
Aquel mortal que escuchó mis Palabras durante los Tiempos del Caos también se retiró a sus asuntos cuando Yo volví mis pensamientos hacia Oiolossë. Pero sus asuntos eran los míos también, puesto que expandió sus conocimientos, sus historias. Mis conocimientos, Mis historias.
Fue entonces cuando supe que había obrado bien, y aquel mortal volvió a mi con más mortales. Todos ellos se entregaron a mis palabras e historias, a mis juegos y acertijos. Y ya ningún otro dios osaba poner en duda mi superioridad.
Con aquel Primer mortal, vino otro que llamó mi atención. Él no glorificaba mi curiosidad, ni mis palabras. Él glorificaba la pasión con la que satisfacía mis necesidades y aquello me interesó. Se convirtieron entonces en Dos mis mortales favorecidos, y ellos fueron entonces los encargados de recibir mi palabra y expandirla.
Entonces hubo Paz, por un tiempo.
Aquel Segundo mortal me traicionó, pero sin saberlo. Su intención fue buena, pero como mortal no supo ver más allá del presente y eso fue mi caída. Él venía de tierras lejanas, donde había conocido otras historias que hablaban de otros dioses, y así los Despertó. Eran dos.
Vinieron y pidieron mi hospitalidad y la de mis fieles. Aquel Segundo mortal convenció al Primero, y ambos quisieron que Yo acepte el pedido. Y acepté.
Esos dos eran dioses antiguos de un pueblo olvidad y deshecho, perdido y en guerra con sí mismo. Uno de ellos quiso hablar a Mis mortales, quiso mostrarles los juegos e historias de su pueblo, y así lo permití; pues Yo también sentía la curiosidad de saber que conocimiento había tan lejos de mi Eä.
Entonces aquel huésped usurpó mi lugar y me despojó de mi Olimpo. Hizo de su mano derecha a su compañero y también lo despojó de sus Poderes. Comenzó entonces a hablarnos a todos y a engañarnos con falsas promesas que jamás serían cumplidas. Contó historias que nunca terminaban, para que nunca dejáramos de oírlo. Pero Yo había sido un dios; y su poder no duró tanto conmigo. Yo había sido el Único Inmortal de mis tierras y mi poder era grande. El usurpador no pudo ver mas allá de su ego, de sus canciones y acertijos, y fue entonces cuando empecé a hablarles Yo de nuevo a aquellos Dos mortales. Y ellos escucharon.
Escucharon porque si bien tal vez menos adornada, menos colorida, Mi palabra era más profunda y llegó en su tiempo a los corazones de los mortales para grabarles a fuego mi Nombre. Y entonces, con esa Llama interna brotando chispas y luz otra vez, acometimos contra el Usurpador y él cayó del Olimpo. Mi Olimpo.
Pero no lo exilié entonces. La pasión y la curiosidad eran en mi esencias, pero entonces se sumo una tercera, la piedad. Aquellos dos dioses venidos desde lejos quedaron reducidos a mortales. Y en aquel lugar, mi Dos eran los más fuertes y los más sabios.
Entonces volví a contar historias y cuentos, volví a los juegos y acertijos. Y aquellos dioses caídos se quedaron y escucharon.
Pero ellos también habían sido dioses antes y mis palabras fueron trastocadas por ellos. Empezaron a corromper mi Eä desde su interior, y empezaron a trastocar los corazones y las mentes de mis Dos. Pero Yo fui más inteligente que ellos, y les hablé a solas a mis Dos mortales. Les conté cuáles eran los planes de esos caídos y ellos escucharon. Luego, mis Dos y Yo emprendimos una batalla que duró poco. Los expulsamos.
No hubo necesidad de desperdiciar sus vidas, ni la vida de nadie; pues cuando esos dos dioses caídos vieron el estandarte de batalla en lo alto, huyeron sin oponer resistencia.
Así volvió la Paz que hasta ahora hay en el Mundo.
Pero Yo estoy cansado. Necesito de nuevo descansar y acudir a mis libros. Necesito tener más historias y acertijos y canciones y juegos. Pero no hay otro para que pudiera recompensar, asustar, dirigir, molestar y encauzar mortales.
Fue en ese momento cuándo llamé a mis Dos mortales predilectos y les ofrecí la oportunidad de ser Dioses. Sólo uno de ellos podría subir a Mi Olimpo y reemplazarme, y sólo hasta que Yo quisiera volver. El Segundo quiso mi Lugar, y al Primero le pareció bueno. Entonces le di mis Poderes a él, y me volví mortal.
Así fue como les demostré mi confianza y así es como pongo a prueba su lealtad. Porque todavía no ha llegado el tiempo en el cual debo volver a Oiolossë. Todavía soy mortal, y todavía leo mis libros Olímpicos.

Hace tiempo hubo una idea. Pero más que una idea fue una promesa.
Y es esa promesa la que ahora quiero cumplir. Por esa promesa es por la que leo mis libros y estudio mis canciones. Invento acertijos y juego mis juegos. Para que a ellos Dos, Mis Dos, les pueda dar lo prometido hace tiempo.
Porque puede no estar lejos ya, el tiempo en el que vuelva a Mi Olimpo...

“En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar...”


M.