viernes, septiembre 08, 2006

Trínamente Cuatro (¿12?)

Generalmente, para poder elegir caminos, dividimos el mundo que nos rodea (y a nosotros mismos) en tres partes fundamentales: los sentimientos, lo físico y lo inteligible.
Tratar de brindar un análisis racional a los sentimientos, a todo ese mundo lleno de contradicciones, paradojas, caprichos y demás, sería no sólo una pérdida de tiempo, sino una contradicción paradójica y caprichosa por demás. El mundo físico merecía un estudio y análisis propio y detallado, aunque no es la porción que tiene relación con este escrito.


Lo Inteligible.
Talvez sea la parte más compleja de las tres, seguramente se podrías escribir cientos de googoles de libros tratando de analizarlo. Precisamente esto es lo que llamó mi atención al finalizar la lectura de una novela: el intelecto ¿por qué es influenciado? ¿Qué lo estimula?
Bien podríamos decir que los sentidos; pero ellos son terreno esencial de lo físico.
Dejemos completamente de lado las conexiones misteriosas y diotalévicas de los sentimientos.
¿Cuál es el medio puro y exclusivo de estimulación del intelecto? Los Libros.
Los Libros son prácticamente esencia intelectual materializada, lista para ser absorbida por cualquiera. Nada, ningún invento, ningún medio logra tan puramente como un libro alcanzar al intelecto. Dejemos las excepciones circunstanciales de lado, tales como el olor de un libro viejo, la tipografía, la semejanza con una experiencia emocional propia, el regalo de un ser querido, etc.
El poder del libro es tan grande que nos transmite gustos, imágenes, olores, colores, texturas, todo sin utilizar los sentidos.
El poder del libro es tan grande que nos transmite emociones, alegría y tristeza, risas y lágrimas, miedo y paranoia.

¿Pueden el mundo físico, a través de los sentidos, y el mundo emocional, a través de las emociones, estimular recíprocamente al intelecto?
¿Reside el podes de los libros en el lenguaje?

locutus ergo cogito ergo sum.

¿Es el lenguaje un medio para el intelecto, o todo lo contrario?
¿O son, acaso, lo mismo?


M.

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